
A veces se hace referencia a la improvisación o la composición instantánea como una categoría o género. Mirando más de cerca, la riqueza de esta categoría convierte esta clasificación en equivalente a una que agrupara todos los guiones o todas las coreografías o todas las partituras. Y sin embargo, es cierto, algo tienen en común todos aquellos que son los autores de lo que actúan y que crean y actúan al mismo tiempo.
Durante el festival Improvisation Xchange Berlin 2014, la palabra práctica se pronunciaba una y otra vez. Cada disciplina dentro de las artes en vivo requiere de su propia práctica. Y en la improvisación se añade la práctica esencial de no acomodarse tanto que aparezca lo mecánico, de mantener los sentidos despiertos para actuar en cada momento honrando lo que realmente es: nunca antes, nunca más. La técnica no es suficiente, ya que todo lo que se ha aprendido tiene que ser aprendido de una manera tan profunda que se convierta en naturaleza, de manera que pueda ser entonces desaprendido, deconstruído, de manera que las piezas sean lo suficiente diminutas como para adaptarse al mosaico que requiera el momento según se presenta, de manera que no impidan que lo no aprendido y lo desconocido emerjan. Practicar para no apoltronarse en lo familiar, para no aplicar reacciones “talla única” a condiciones que nunca son las mismas. Practicar el equilibrismo entre fundamentos sólidos y estar al borde. Practicar no como perfeccionar, practicar como participación en la transformación continua que es la existencia. Practicar como rendirse a lo que hay: dentro, fuera, boca abajo. Practicar preguntas en lugar de afirmaciones. Practicar no sentarse en las respuestas, sino transformarlas en más preguntas. Practicar el compromiso y la exploración.
Pocas actividades demandan que las habilidades se renueven y entrenen momento a momento tanto como la actuación improvisada. O más bien, cualquier actividad se beneficiaría de ello y muy pocas reciben tal dedicación. Terminé el festival inspirada y conmovida por el trabajo profundo, serio y perseverante de muchas personas que investigan, exploran y practican día tras día como actitud de vida.
El arte es una práctica comprometida, la improvisación es una práctica comprometida: entretejer con cuidado las propias acciones en el ser-devenir, alimentarlo con energía sin secuestrarlo, percibir como nosotros mismos somos parte de él, cultivarlo y rendirse… Teniendo en cuenta el estado en el que se encuentran la mayoría de nuestras sociedades, en las que nuestras conexiones y comprensión del entorno del que formamos parte están degradadas, embarcadas en un proyecto insaciable de autoengaño que pretende disfrazar nuestro alejamiento de los fundamentos mismos de la vida y la existencia… considero que el arte de la actuación improvisada, su práctica y los que la practican, representan contribuciones inestimables a la comunidad humana.