No me refiero a la profesión, por supuesto que no; le das una patada a una piedra y salen miles de actuantes en enjambre, eso tenlo por seguro. Quiero decir en la sala en la que practico.
Ahora mismo estoy practicando en un duo, en un trío y yo sola. Pero no me refiero tampoco a los compañeros con los que estoy colaborando (miembros todos nosotros del enjambre-debajo-la-piedra). Eso no sería nada nuevo, sabía que estaban en la sala desde el principio, no estoy tan mal.
Lo sorprendente sucede cuando estoy practicando sola y, de repente, me fijo en que hay alguien más ahí. No cualquiera, siempre es alguien concreto. Alguien de mi vida, pasada o presente: el hombre que me gusta en ese momento, mis profesores, mi madre, esa persona que admiro y con la que me gustaría trabajar… incluso mi terapeuta se ha pasado a visitarme un par de veces.
No hay un patrón que explique cuándo aparecen. A veces lo hacen cuando creo que estoy haciendo algo fantástico. A veces cuando creo que lo que estoy haciendo es una porquería. A veces depende de lo que esté haciendo. Cuando el contenido es de tipo sexual – no, el hombre que me gusta en ese momento, no – sí, eso es, la visita inesperada tiende a ser de mi madre…
Lo bueno de que vengan mis profesores a presenciar mi práctica es que vuelven a decir lo que tantas veces dijeron, y sigue resultando útil. Por ejemplo: “incluye lo que esté sucediendo”. Sí, esto es un favorito de ayer, de hoy y de siempre. Repetido como un mantra por Gabriel Chamé. Ahora es Sten Rudstrom el que ha tomado el testigo.
Así que hoy, cuando descubrí que no estaba sola (no voy a contar quién se había pasado a verme esta tarde), me dí cuenta de que, hasta ahora, ignorarles no ha servido para que se largaran por la puerta. Quizás merecían tener su espacio, igual que todo el revoltijo de cosas que estaba saliendo de mí. Así que… muchas gracias por venir. ¡Por favor, recibamos con un gran aplauso a… ¡No! Por supuesto que no lo voy a decir, ¡toda confesión tiene sus limites!